Una verónica
prendida al filo de tu capote,
juega a
acariciar el aire,
a teñirse
del albero que acompasó tantas tardes.
Luces luce
la armadura de tu pecho descubierto,
sembrado de
naturales, el corazón por delante,
y el negro
toro del hambre adorna de blanco y sangre,
una corona
de astas abanderando tu suerte.
Tercio a
tercio se van clavando tus pies
a las alas
de un clarín,
poesía de
pena y muerte, arte que no entiende nadie,
filigranas
que bordaron cicatrices en tu carne,
derrotas
sobre tu alma, victorias sobre la muerte.
Silencio
grita el silencio de un corazón encogido,
búscale la
cara al toro, mírale fijo a los ojos,
que libren
una batalla el miedo frente al valor,
la vida
frente a la muerte,
la luz
frente a la negrura de la noche más eterna.
Una estocada
certera cuando el tiempo se detiene
y ya la
suerte está echada,
Nadie gana,
nadie pierde, o se siente o no se siente.
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