lunes, 30 de noviembre de 2015

Besos de tequila



Hay un bar que se llama Soledad,
que se oculta entre las sombras de la noche,
en una cama vacía que huele a sexo olvidado,
a sábanas revueltas y sueños rotos;
emborracha con besos de tequila
poniendo sal y limón en las heridas.

Bar de olvidos añejos, de amigos que se fueron,
de amantes que olvidaron amarse en contratiempos.

Suena un blues en el tocadiscos destartalado
de una memoria que se ahoga entre lágrimas saladas,
con recuerdos que se mantienen a flote
prostituyendo ayeres y regalando mañanas.

Hoy beberé en la cantina de un silencio
hasta acabar borracha de palabras,
porque mañana...mañana ya veremos lo que pasa!


28/11/15

jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Locura o cordura?... derecho a vivir




Llámame negra o blanca,  judía, musulmana o cristiana,
llámame loca, cuerda o desquiciada,  
llámame lo que quieras pero respeta.

No quiero contarle a mis hijos de mujeres que sufren,
no quiero nombrar la violencia que cierra las bocas y calla  conciencias,
no quiero decirle a mi hija que hay niñas iguales que ella 
que son violadas, vejadas, mutiladas, humilladas y matadas.

Quiero sentir el orgullo de sentirme mujer, de dar vida,
de ser patria, consuelo, camino y hogar.
Quiero cantar desafinando en la cocina mientras hago la cena,
sin pensar en guerras o en bombas suicidas,
no quiero hablar en la mesa de la última ofensiva de cualquier aliado,
yo solo quiero hablarles del día, los deberes, del tiempo…
o de lo harta que estoy de que no recojan su cuarto.

Quiero ver la tele sin tener que cambiar de canal ante cuerpos desmenbrados
y que la mayor disputa sea quién ganará el próximo "clásico",
prefiero un programa de corazón a ver corazones sangrando,
tan solo quiero dar un paseo sin desconfiar porque alguien lleve el rostro cubierto.

Llámame loca o frívola pero quiero vivir 
(y vivir sin el miedo en el cuerpo),
sin pensar en fanáticos, sin tener amenazas 
y cuando algún cobarde me diga de nuevo, 
(a través de un mensaje en la red),
que mi país es su próximo objetivo, saber que hay alguien,
(que igual que yo),
repudia y condena a esos malnacidos;
sin tratar de justificar que sus muertos también sangran 
como sangraron los míos.

martes, 17 de noviembre de 2015

Tinieblas en la ciudad de la luz


TINIEBLAS EN LA CIUDAD DE LA LUZ

La luz se tiñó de negro entre ríos de tinta roja,
cruel pesadilla de esta ficción tan real.
muerte, dolor, grito, rabia contenida… silencio.
Cuerpos inertes reclamando vidas despojadas de vida.

Diablos cobardes con caras cubiertas,
rezos manchados de sangre,
siervos convirtiendo a su dios en asesino,
falsa imagen adorada de un Kalashnikof.

Guerra palabra homicida, dura, real, cruel, sangrienta… ¿necesaria?
vergüenza propia y ajena de esta raza humana tan deshumanizada.
Petrodólares, bolsas de valores… puto dinero que apunta y dispara.

Me niego a jugar a este juego, mi ley no la dicta una bala,
mi patria y mi reino no tienen fronteras,
mi libertad es tan libre que respeto la tuya;
respeta (si sabes) cobarde asesino,
apunta y dispara (si tienes cojones) al corazón de tu madre

y que sienta vergüenza de haberte parido.


Carmen Cano
13/11/15

lunes, 9 de noviembre de 2015

El día de mi muerte...




Las situaciones inesperadas, siempre ocurren cuando menos las esperamos, por eso son inesperadas, suceden sin más y nos cambian la vida, un solo segundo barre con todo lo anterior y nos coloca ante una nueva situación, una nueva manera de entender el mundo o nuestra propia vida, una oportunidad de empezar de cero o simplemente continuar en algún punto que había quedado rezagado en la memoria esperando a que retomásemos la historia cuando estuviéramos preparados para hacerlo.
Nunca he creído en el destino, eso que suele decirse de  que todo está escrito, en cambio, sí creo que todo sucede por algo y sobre todo cuando es su momento.

Esta es mi historia, una historia de tiempos, o quizás, solo de mi propio tiempo, ese con el que siempre he mantenido una extraña relación hasta que me dejé llevar por él sabiendo que si yo no jugaba a su favor, él jugaría en mi contra.

Recuerdo perfectamente el día de mi muerte, era una mañana cualquiera de un mes perdido en el calendario, posiblemente es que los días más comunes desencadenan en los acontecimientos más extraordinarios, esos que cambian nuestra vida para siempre.

Ese día, a priori, no había nada de extraordinario, las mismas miradas vacías de siempre en las caras de las personas con las que me cruzaba por la calle, los mismos coches taponando las arterias que dan vida a la ciudad, creando el caos de todos los días en hora punta, los mismos parques atestados de gritos pero desiertos de niños.
Qué curioso que cuando paseamos, no reparamos en las personas que hay a nuestro alrededor, tan solo en el ruido del tumulto, en las voces de los niños, el humo de los coches… solo vemos el decorado de la historia sin reparar en los protagonistas.
Nunca he entendido eso, hay personas con las que convivimos a diario y de las que nunca llegamos a saber nada, a veces, a penas su nombre y otras, ni siquiera eso.
No sé si es falta de tiempo, desinterés, o es que estamos tan ocupados mirando nuestro propio ombligo, que olvidamos mirar a los ojos de los demás, el caso, es que vivimos y convivimos con completos desconocidos.

Cuántas prisas por llegar, ¿por llegar adónde?, al trabajo, al cine, al parque, a una cita importante… tiempo, tiempo, tiempo, él lo dicta todo, solo tenemos ojos para él, un ser inmortalizado en una esfera latiendo en impulsos de manecillas.
Pero ese día, reloj que marcaba la hora se detuvo, retorciendo el segundero en una psicodélica espiral de sucesiones de momentos, encadenados en el éter inánime del tiempo.

Un grito, un lamento, un suspiro… un silencio y morí, convirtiéndome en una sombra más de las que pueblan las ciudades, los pueblos, los caminos de la vida, una sombra más de las que pueblan el mundo.
Mi cara se convirtió en una cara más, los mismos gestos movidos por alguien que maneja los hilos a distancia, como un autómata previamente configurado para actuar de una manera determinada en cada situación, los mismos ojos que ya no ven, porque han olvidado cómo mirar más allá… eso es lo que pasa cuando dejas  de vivir para tan solo sobrevivir entre las sombras de eso que alguien llamó "normalidad".
Comencé a ser normal y descubrí que sonreír sin motivo es una pérdida de tiempo, que detenerse a contemplar un atardecer, es otra pérdida de tiempo, que no es necesario reparar en pequeños detalles, que lo único que cuenta es continuar, continuar siempre, cada vez más a prisa, sin saber adónde, da igual, lo importante no es llegar, lo importante es hacerlo a tiempo

Cuántas horas vacías, cuánto tiempo perdido, cuántos pasos en balde, ¡cuánta vida perdida!

¿Qué había sido de mi vida todo ese tiempo vivido? menos mal que por fin había muerto de la vida y nacido al tiempo. Guardián y carcelero del momento, general de  tropas que desfilaban con su paso marcial implacable, tic, tac, tic, tac, tic, tac…. adelante, siempre adelante.

Después de aquella mañana, apenas recuerdo nada, ni luz al final del túnel, ni sentirse ligera y como volando, solo recuerdo que siempre cumplía los tiempos, eso era lo importante, el resto solo decorado.

Sí recuerdo, como un día de alegría, el día que volví a la vida, ese día no fue una madre entre dolores la que me trajo al mundo, no, ese día no era un día de fiesta, ni se reunieron los familiares a festejar el momento.
Ese día tan solo estabas tú, tan solo estaba tu palabra y tu pluma para devolverle el color a mis días, tan solo estaba el calor de tu mirada y el silencio roto por un pequeño latido que anunciaba una nueva vida.

"Bendita suerte la mía" habría gritado al viento de creer en la suerte, pero nunca he sido de las que dejan las cosas al azar, así que, prefiero gritar tu nombre, encadenarlo a mi tiempo y sonreír, porque ahora sé que es posible vivir después de haber muerto.





Carmen Cano.