Llámame negra o blanca, judía, musulmana o cristiana,
llámame loca, cuerda o desquiciada,
llámame lo que quieras pero respeta.
No quiero contarle a mis hijos de mujeres que sufren,
no quiero nombrar la violencia que cierra las bocas y
calla conciencias,
no quiero decirle a mi hija que hay niñas iguales que ella
que son violadas, vejadas, mutiladas, humilladas y matadas.
Quiero sentir el orgullo de sentirme mujer, de dar vida,
de ser patria, consuelo, camino y hogar.
Quiero cantar desafinando en la cocina mientras hago la
cena,
sin pensar en guerras o en bombas suicidas,
no quiero hablar en la mesa de la última ofensiva de
cualquier aliado,
yo solo quiero hablarles del día, los deberes, del tiempo…
o de lo harta que
estoy de que no recojan su cuarto.
Quiero ver la tele sin tener que cambiar de canal ante
cuerpos desmenbrados
y que la mayor disputa sea quién ganará el próximo
"clásico",
prefiero un programa de corazón a ver corazones sangrando,
tan solo quiero dar un paseo sin desconfiar porque
alguien lleve el rostro cubierto.
Llámame loca o frívola pero quiero vivir
(y vivir sin el
miedo en el cuerpo),
sin pensar en fanáticos, sin tener amenazas
y cuando algún cobarde me diga de nuevo,
(a través de un
mensaje en la red),
que mi país es su próximo objetivo, saber que hay alguien,
(que igual que yo),
repudia y condena a esos malnacidos;
sin tratar de justificar que sus muertos también sangran
como sangraron los míos.
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