Corazón rebelde

Un lento viaje hacia el país del olvido

condenado al recuerdo en cada una de sus curvas,

un adiós pausado,

que se repite hasta el infinito llenando la nada de ausencia.

Una visita guiada por  fantasmas,

arrastrando cadenas de tormentos.

Sótanos del tiempo, laberintos de la memoria,

humedales de recuerdos  calcinándose en la nada,

pueblos de olvido, lágrimas de sal,

jeroglíficos de tiempos perdidos…

Un puñado de monedas sin valor,

así se paga el dolor cuando es incomprendido.

Y en esa agonía de la palabra -daga envenenada-,

dejó desvanecer una esperanza

enterrada entre silencios.

…

Y al tercer día resucitó…

(o quizás fuera al tercer año, no importa, porque el tiempo se detuvo)

….

No olvidó, no se olvida lo que duele,

no se cura la herida que aún sangra,

no se llora aquello que nada importa.

Pero aprendió a ver la luz entre sombras,

aprendió a recordar porque el olvido no existe

y olvidarse es la peor manera de olvidar.

Renació en un recuerdo,

en un tiempo por vivir,

en una sonrisa nueva mientras surcaba a nado una lágrima.

Descubrió que se había saltado un latido

y comprendió,

que un corazón que no late aún sigue estando vivo.

Un día sin fecha, abandonó el sótano,

a la memoria, al recuerdo y a la nada

y decidió… sí decidió latir y vivir intensamente

como un rebelde que sabe que aunque el tiempo se le agote,

seguirá siendo tan suyo como el tiempo que se pierde.